Fisico 05
Senderismo 02
Exposicion 02
Distancia
70.85 km
Duración
Desnivel positivo
4117 m
Desnivel negativo
4166 m
Punto panorámico . 100
Pi del Peiró, árbol monumental
Desvío orientación . 100
Desvio a GR.331.1
Punto múltiple . 100
Coratxá
Punto panorámico . 100
Sant Jaume, Iglesia románica.
Desvío orientación . 100
Cruzamos valla y seguimos GR331.1
Esta es una etapa de La Ruta dels 7 Pobles de la Tinença de Benifassá. Puedes encontrar toda la información y realizar tu reserva en: 7pobles.com. Los textos y fotos pertenecen a Eliseu T. Climent.El Boixar, y concretamente la Casa-refugio El Boixar, es el punto de inicio del periplo. El pueblo, elevado y expuesto a los vientos, se encuentra a 1.100 metros de altitud. El paisaje ostenta una aridez endémica, donde reina la roca madre y el matorral seco y una meteorología contrastada. Nos despedimos del pueblo por un camino que transcurre paralelo a la carretera. Pronto penetra en un barranco que concentra la humedad local y condensa una apreciable masa forestal, en cuyo extremo encontraremos el llamado pino del Peiró, un ejemplar noble, de copa dilatadísima, en medio de la sierra de las Albardes que separa el Boixar de Coratxà, el pueblo más alto de la Tinença de Benifassà, a 1.235 metros sobre el nivel del mar. Cuando uno se acerca desde el barranco del Avellanar, la imagen en contrapicado de este núcleo no puede ser más estética. Un puñado de curvas en subida constante y desembocamos en las primeras casas. La sobriedad arquitectónica seduce, integrada en un paisaje desnudo de todo artificio, donde la piedra seca es el único atisbo de antropización. La plaza mayor está presidida por la Casa de la Vila, un edificio minúsculo, proporcionado, de paredes encaladas y equipado con los elementos fundamentales para ordenar la vida del lugar: un reloj, una campana y un banco donde dejar pasar las horas. Coratxà ha gozado de una trascendencia histórica incuestionable, por ubicarse en dicho canal de Pavia, un camino ancestral que unía el Mediterráneo con Aragón. Por aquí, además, pasaron algunas romerías, como la que atravesaba estas montañas, desde Vallibona a Penya-roja de Tastavins, en la comarca aragonesa del Matarraña. Parece que el pueblo fue completamente arrasado por Felipe V durante la Guerra de Sucesión (s. XVIII) y, por eso mismo, el único edificio que se conserva anterior a esta fecha es la iglesia de Sant Jaume, de mediados del XIII , medieval (la más antigua del País Valenciano), ligeramente separada del pueblo y con el pequeño cementerio adosado a su extremo norte. Entre Coratxà y Castell de Cabres, la Ruta de los 7 Pobles aprovecha el camino histórico que unía ambas poblaciones: sigue una orografía de relativa suavidad, un sube-baja de colinas indefinidas, con las ruinas de la ermita románica de Sant Cristòfol erigiendo sobre una proa de la sierra homónima. La panorámica que se despliega desde el templo es excepcional: hacia el norte ya nuestros pies, desciende el macizo del Port y el valle del río Tastavins; al sur ya poca distancia, Castell de Cabres, final de esta primera etapa.El segundo y tercer tramo representan los puntos fuertes del recorrido en cuanto a exigencia física. Habrá, pues, que madrugar para poder disfrutar, sin prisas, de este territorio. Iniciamos la jornada encarando un camino con lazadas que no deja tiempo para el calentamiento. La subida es intensa pero breve. En lo alto, hay que girar la vista: nos despedimos del pueblo, que pervive al abrigo de una colina. La piedra seca hace acto de presencia; se manifiesta visiblemente en márgenes, en restos del adoquinado del camino tradicional por donde circulamos, en el vertedero que sirvió para el desplazamiento del rebaño. Vertebra una composición natural desnuda, caliza, áspera. Estamos a una considerable altitud, siempre por encima de los 1.100 metros. La meteorología, en días inclementes, pone aquí lo difícil: no es cuestión de confiarse. Y es en esta latitud donde se despliega un paisaje de una singular vaguedad, característico de las cotas altas de la Tinença de Benifassà, con alternancia de pequeños planos con colinas poco marcadas. Aquí y allá, masías, testigos de una vida resistente, obstinada, dispersa. Y una toponimia que recuerda el uso que tuvieron el lugar y la gente que los poseyó: pasamos el Boveral, donde debieron pastar rebaños de bueyes, y el Muladar, con una etimología evidente. A medida que avanza la etapa, la orografía se encrespa: las montañas toman forma con absoluta contundencia, las pendientes se acentúan y el terreno se vuelve intransigente. Nada más perder altura, aparece de nuevo el bosque. En un claro, está la masía de la Borja. En ruinas y de unas dimensiones espectaculares con los distintos edificios que lo componen, preserva el eco de un tiempo pretérito. Desde aquí, nos sumergimos en el barranco del mismo nombre, donde la piedra hace que los kilómetros se ganen con un esfuerzo penitente. En medio de esa geografía solitaria, la sensación de aislamiento es excesiva. A la salida del barranco de la Borja, aparece el acantilado inflexible, otro elemento identitario del paisaje de la Tinença de Benifassà. Tocamos puntualmente el asfalto para abastecernos en la fuente de la Fou. Se trata de una carretera estrecha, vecinal, que conecta los pueblos de Vallibona y Rossell. La fuente es un punto estratégico para hacer un receso: el tramo final de la etapa reclama una buena dosis de energía para salvar los casi 500 metros que nos separan de Bel. De este pueblo a La Pobla de Benifassà, circulamos por el antiguo camino con un descenso final acusado que acabará de consumirnos las reservas. Un nuevo tramo exigente. Con las piernas todavía adormiladas, salvamos de golpe los 350 metros de desnivel que nos separan de la parte superior de la sierra de la Creu. Algunos pensarán que para llegar al Bellestar esta subida es gratuita. Nada más lejos de esto: la cota alta de la sierra conforma un mirador de primer orden sobre el valle que riega el río Verd. Se asientan la Pobla de Benifassà y el Bellestar rodeados de una retícula de campos de secano. Nos incorporamos al valle del río Verd y fluimos con él. Sus aguas pronto serán embalsadas por el pantano de Ulldecona, que bordearemos por su flanco meridional, hasta el Molino el Abad. La instalación, junto a la carretera, ofrece un restaurante y un tentador hotel de montaña. Remontamos durante dos kilómetros la pista del barranco de la Fou, anegado por el citado embalse. La vía, llana, es transitada, sobre todo durante los fines de semana. Nos fugamos por una secundaria, al final de la cual se inicia el camino que da acceso a uno de los espacios más bellos y con más carácter de la Ruta de los 7 Pobles de la Tinença de Benifassà: el Portell de l’Infern. El nombre lo dice todo: se trata de un paso entre la roca, una rendija magistral que ha permitido tradicionalmente comunicar a Fredes con la llanura y el litoral. Una vez atravesado, penetramos en un universo mineral majestuoso y un punto catedralicio. Pasamos al pie de paredes extraplomadas y abrigos naturales que conservan permanentemente la humedad y la frescura de la tierra. Caminamos suspendidos por encima del barranco de la Tenalla, al que nos sumergiremos por un sendero dentro del bosque que desciende con tramos de fuerte pendiente y algunas lazadas. Al fondo del barranco y en unos minutos llegamos a otro highlight de la ruta: el Salt de Robert. El lugar, cerrado, recogidísimo, alberga una cascada de considerables dimensiones, especialmente si la lluvia ha hecho acto de presencia los días anteriores a nuestro paso. Somos (o al menos es la sensación que tenemos) náufragos en el centro de la Tierra. Ahora, sólo queda salir de nuevo a la superficie. La tarea no será fácil. Un camino remonta decidido hacia Fredes. El bosque está cerrado y húmedo; la luz, tenue, casi una penumbra. Ganamos desnivel a cada paso, con una pendiente que pone a prueba nuestra capacidad pulmonar. Y llegados a la cota superior, la tónica se suaviza. A la salida del bosque, Fredes, en medio de un relativa verdor. El último tramo es corto pero no por ello menos atractivo. Abandonamos Fredes por un camino que delimitan márgenes de piedra seca de un calizo blanquecino. El plan que preside el pueblo aporta una bondad transitoria a este entorno salvaje. Como un oasis, da respiro entre tanta roca. Lo atravesamos y vamos ganando altitud de forma suave; superamos campos y baldíos, y penetramos de nuevo en el pendiente acusado de la montaña. El camino es precioso, regular, predecible. Antiguo. De una relativa comodidad. El Mas de l’Hostalet nos acoge a la salida del barranco de la Pasqüala. Estamos a un tiro de piedra del Boixar, pero la Ruta de los 7 Pobles de la Tinença de Benifassà no sube la vía más corta, sino que cierra el círculo subiendo al cerro Gros, de nuevo a la sierra de las Albardes que habíamos atravesado en inicio del itinerario. Y, ahora sí, después del esfuerzo final, toca la recompensa: una buena recuperación en la Casa-refugio El Boixar.
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