Para no perdernos en el camino o llevarnos sorpresas desagradables a la hora de hacer una ruta, lo ideal es empezar por rutas cortas, fáciles y bien señalizadas.
¿Qué deberías saber y cómo puedes afrontar la ruta con más seguridad?
Al elegir la ruta
Busca rutas definidas y elige una ruta señalizada y, si hay paneles informativos o folletos de la misma al inicio, lee bien todas las indicaciones.
Si en el panel o folleto informativo hay un plano o mapa de la zona localiza el recorrido que vas a realizar y haz una foto con el móvil para poder consultarla durante el camino.
Presta especial atención a cuántas subidas y bajadas tiene y cuál es la duración estimada.
Empieza por las más cortas, irás ganando práctica para afrontar retos mayores sin sufrimiento.
Durante la marcha
Si no tienes práctica en el monte ni conoces bien la zona, improvisar no es buena idea. Es mejor no cambiar de plan “sobre la marcha” sin conocer las características del nuevo recorrido.
Sigue el sendero y fíjate con frecuencia en las marcas de tu ruta. Encontrarás marcas y flechas con las direcciones a seguir, y en algunos casos, los tiempos o la distancia hasta el destino indicado.
Presta especial atención en los cruces o desvíos para no tomar el camino equivocado.
Si te desubicas o tienes dudas, es mejor volver sobre tus pasos hasta llegar a un lugar que reconozcas donde sepas bien dónde estás y la dirección que debes seguir.
Intenta tener suficiente información oficial como para no tener que recurrir a preguntar a otras personas sobre la ruta, la información puede ser inadecuada para tu situación.
Al terminar la ruta:
Es útil hacer una valoración mental de tu actividad, analizar si has tenido alguna dificultad inesperada, si has cometido algún error, si la ruta era como pensabas, etc.
Aprender de las experiencias propias (“horas de montaña”) es lo que te hace crecer como montañista.
Y por último, recuerda que quedarse con ganas de más es siempre una buena señal.