La toma de decisiones en entornos desafiantes, como las actividades en la montaña, no depende solo de las habilidades físicas o técnicas. La psicología juega un papel fundamental a la hora de afrontar retos y tomar decisiones adecuadas. En este post, veremos cómo factores como el estrés, los sesgos cognitivos y la dinámica de grupo afectan nuestra capacidad para decidir correctamente en la montaña.
Al planificar una salida a la montaña, es común centrarse en el entrenamiento físico o las técnicas necesarias. Sin embargo, muchas veces se pasa por alto el factor psicológico, que puede ser igual de importante para el éxito de una actividad. Al enfrentarnos a situaciones desafiantes, emociones como el miedo, el estrés y la ansiedad surgen de manera natural.
El estrés es una respuesta fisiológica ante una amenaza percibida, pero si es prolongado, puede llevar a problemas físicos y psicológicos que disminuyen el rendimiento. El miedo, por su parte, puede ser real o neurótico, pero siempre busca protegernos de un posible peligro. Sin embargo, si se descontrola, puede paralizarnos y evitar que tomemos decisiones adecuadas.
En la vida diaria, nuestro cerebro utiliza atajos mentales para procesar información rápidamente y tomar decisiones con eficiencia. Sin embargo, estos atajos pueden conducir a errores. El psicólogo Daniel Kahneman los denomina el "Sistema 1" y el "Sistema 2". El primero es intuitivo, rápido y automático, mientras que el segundo es más analítico y lento. Aunque ambos sistemas son útiles, pueden generar sesgos cognitivos, que nos hacen tomar decisiones basadas en información incompleta o incorrecta.
Entre los sesgos más comunes en la montaña, destacan:
Falacia de planificación: Subestimamos el tiempo que llevará completar una actividad.
Sesgo de superconfianza: Sobreestimamos nuestras habilidades y capacidades.
Sesgo de familiaridad: Creemos que porque conocemos bien una ruta, el riesgo es menor.
Sesgo de costo hundido: Nos cuesta abandonar una actividad en la que hemos invertido mucho tiempo o esfuerzo, aunque las condiciones no sean adecuadas.
La toma de decisiones en grupo tiene sus propias peculiaridades. En actividades de montaña, a menudo se forma una "mentalidad de manada", donde las decisiones individuales se ven influenciadas por la dinámica del grupo. Por ejemplo, la polarización grupal puede llevar a decisiones más arriesgadas de las que tomaríamos de manera individual.
La composición del grupo también afecta las decisiones. Factores como el tamaño del grupo, la personalidad de sus miembros y hasta el género pueden influir en la tendencia a tomar más o menos riesgos. Por ejemplo, los hombres suelen ser más propensos a asumir riesgos, al igual que las personas más jóvenes o con personalidades impulsivas.
Otro aspecto clave es la aura de experto, donde una persona con más conocimientos o experiencia es vista como infalible, lo que puede llevar a que el grupo siga sus decisiones sin cuestionarlas, incluso si están equivocadas.
Conociendo estos factores, es posible entrenar y mejorar nuestra capacidad de toma de decisiones. Mantener un nivel óptimo de activación y autoconfianza es fundamental para enfrentarse a los desafíos en la montaña. Técnicas como la respiración controlada o el mindfulness ayudan a regular el nivel de estrés y enfocarse en las tareas importantes.
También es importante ser conscientes de los sesgos cognitivos que afectan nuestra toma de decisiones y aprender a identificarlos. Al planificar una actividad, debemos tener en cuenta los posibles errores que pueden surgir debido a estos sesgos, y hacer un esfuerzo consciente para evitarlos.
Finalmente, fomentar un ambiente de seguridad psicológica en el grupo es clave. Crear un espacio donde todos los miembros puedan expresar sus opiniones y preocupaciones sin miedo a ser juzgados mejorará la calidad de las decisiones grupales y reducirá el riesgo de incidentes.
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